1.1 Atenerse a las reglas
1.2. Un clima que favorezca la buena conducta
1.3. El valor del elogio y el estímulo
1.4. Cuando es necesario castigar
1.5. Domine su genio
1- Son muchos los padres y madres que asocian con castigo el término “disciplina” y que se consideran obligados a corregir la conducta de sus hijos a través de una variedad de medidas severas, incluyendo las palizas.
El castigo de un niño es, sin embargo, sólo parte de la disciplina enfocándose a un proceso asistencial y creativo que debe poner en relieve las mejores cualidades de un pequeño. Un amor omnímodo y unas limitaciones pueden guiar a sus hijos hacia la buena conducta.
El castigo ha de figurar como último recurso y debe ser ejercido sin humillación para el niño.
La disciplina exige a usted el establecimiento de un sistema equilibrado de normas y su aplicación consecuente, de manera que su hijo sepa siempre en qué posición se encuentra y cuál es la suya.
La disciplina requiere también una clase de ambiente doméstico y un entorno que promuevan la buena conducta. Inevitablemente, sin embargo, se producirán retrocesos ocasionales. Debe estar preparado para que se presenten y ser capaz de dominar la propia irritación ante un hijo que se haya portado mal. La disciplina es un arte que exige tiempo para su aprendizaje y para su práctica.
Cualquier error que usted cometa desaparecerán rápidamente de la memoria de su hijo si le manifiesta abiertamente su cariño, respeta sus necesidades peculiares y modifica, en consecuencia, sus propias expectativas en lo que a él se refiere.
¿ Se dejaría disciplinar por Dios ?
1.1- Atenerse a las reglas
El ejercicio de una buena disciplina requiere cariño, paciencia y claridad de propósitos. Nada funciona mejor que un conjunto razonable de normas que establezcan fronteras, más allá de las cuales no puede internarse el niño sin tropezar con la intervención de los padres. Desde el principio, ambos progenitores han de ponerse de acuerdo sobre las reglas que pretenden exponer y entender las razones de su aplicación. Pero al concebir una norma para niños muy pequeños, los padres deben tomar en consideración su disposición y comprensión para algunas orientaciones de conductas.
Fijación de prioridades: Las primeras reglas que usted trace, durante los años iniciales cuando el niño carece de madurez suficiente para entender las consecuencias potenciales de sus acciones, han de haber sido concebidas con el fin de garantizar su seguridad.
A medida que el niño madura, las normas pueden crecer en número y variedad, pero nunca deben ser tantas que le abrumen y confundan.
Los beneficios de los límites: al fijar unas limitaciones a la conducta de su hijo, ser consecuente en su aplicación y formular las repercusiones que pueden alcanzar sus acciones, incrementa su sentido de la seguridad. Cuando progresivamente internalice lo que le enseñe, ganará en control y respeto de sí mismo y en independencia; incorporará sus valores tanto como sus normas.
Al leer, podemos ver entonces que Dios también ha tenido cariño, paciencia y claridad en enseñarnos sus propósitos, pero podemos preguntarnos ¿para que?, así como el niño pretende que seamos capaces de adoptar cada vez más decisiones eficaces concernientes a nuestra conducta.
¿Toma usted decisiones eficaces?.
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